
Hoy ya no tengo palabras. En un abrir y cerrar de ojos se acabó todo. El verano se había ido y sólo se observaban algunos vestigios del otoño, una que otra hoja seca medio molida tirada en el suelo, pero un frío propio del invierno. Las calles vacías, otra señal... y quienes las habitan corren, para protegerse de la lluvia, para abrigarse en sus hogares, y nadie mira a nadie, nadie te mira, nadie me mira.
Sentado en una banca, pasmado por el súbito cambio me quedo sin habla, vacío, como tantas veces quise, y ahora, lo aborrezco. Era feliz con los calores, con los paseos y los viajes furtivos, quemándome la cara, bebiendo de las frutas prohibidas, sintiendo lo que no debía sentir, y de repente, de un parpadeo lo perdí todo... empezaba a ser un buen verano y ya es invierno.
Tengo mucho frío, demasiado. Mis calles están vacías, me deprimen, al igual que la pequeña ilusión de un verano, porque digámoslo, siempre es invierno en nuestras vidas.
Sentado en una banca, pasmado por el súbito cambio me quedo sin habla, vacío, como tantas veces quise, y ahora, lo aborrezco. Era feliz con los calores, con los paseos y los viajes furtivos, quemándome la cara, bebiendo de las frutas prohibidas, sintiendo lo que no debía sentir, y de repente, de un parpadeo lo perdí todo... empezaba a ser un buen verano y ya es invierno.
Tengo mucho frío, demasiado. Mis calles están vacías, me deprimen, al igual que la pequeña ilusión de un verano, porque digámoslo, siempre es invierno en nuestras vidas.